-Lo volveré a intentar.-dijo Lily chasqueando los dedos y poniendo cara de concentración.
-Lily, llevas toda la tarde.-le repuse.
-Hazlo tu de nuevo, quiero ver.-me dijo.
Chasquee los dedos, imaginando una fría limonada, desapareciendo del refrigerador y llegando hasta mí. Cuando abrí los ojos, la limonada estaba enfrente de mí. La tomé y le dí un traguito. Lily me miraba atónita, y a la vez enojada.
-Lily, hago magia controlada desde que nos conocimos y hasta ahora quieres aprender, ¿por que?-le pregunté.
-Ya me va a llegar el turno de ir a Hogwarts y tu te vas a quedar aqui dos años más. ¿Por que no me enseñas y seré la más poderosa de primero?-me dijo.-Y cuando tu entres, te prometo que hablaré bien de ti aunque quedes en Slytherin con Scorpius.
-No sé, lo intento, pero solo me lo imagino y ya.-le dije dejándome caer al piso. No caí y me quede flotando a cinco centímetros de la alfombra completamente boca arriba.-Es diversión, no disciplina.
Lily se apartó el cabello rojo y extendió los brazos, para después dejarse caer. Me dio miedo y la sostuve como yo en el aire, tal vez un poco mas arriba. Las dos flotabamos.
-¿Lo hice?-me preguntó.-Oh, no, eres tú, ¿verdad? Suéltame.
-Está bien
Moví la mano y Lily cayó al suelo con un golpe seco. Se paro y me empujó con el pie, haciendo que rodara en el aire.
-Eres verdaderamente tonta Malfoy.-me dijo riendo y levantándome.
-Sólo una pequeña parte de lo que eres tú.-le dije riendo.
Bien, aunque sólo tenía ocho años, casi nueve, toda la poca vida que llevaba, sabía hacer magia. Quería una limonada aparecía. Quería volar, volaba. No era ciencia. Solo querer. Pero ahora que Lily ya tenía casi once, tenía que prepararse para el colegio. Lily era la más pequeña de los Potter y ya no me quedaría nadie con quien divertirme, Ojala y me mandaran también a mí la carta.
Dos lechuzas entraron como balas a traves de la ventana abierta y Lily comenzó a chillar, intentándolas atrapar para sacarles las cartas de las patas, pero las lechuzas se asustaron y comenzaron a revolotear en círculos.
Las congélé y Lily tomó las cartas.
-Esta es para ti.-me dijo dándome una en tinta verde.-Y esta es la mía de Hogwarts, se lo contaré a papá.
Lily salió corriendo escaleras abajo y yo miré mi carta. Decía algo por el estilo:
Samantha Malfoy
Mansión de los Malfoy.
Cuarto de arriba.
Señorita Samantha:
Hemos tenido informes de que usted emplea magia controlada para satizfacer sus necesidades tales como agua, comida, etc. Si usted fuera estudiante de Hogwarts, la hubieramos expulsado, pero nos llamó la atención de que usted cuenta con ocho años y no ha empezado aún el colegio. Así que dadas las circunsancias y al no poder esperar más para mandarla a controlar sus poderes, hemos hecho un arreglo en Hogwarts en el cual usted entrara antes, y se le ha asignado a la señorita Lily Potter al señor Hugo Weasley y a sus hermanos, cuidarla y establecerla en un ambiente agradable en el colegio. Así que le adjuntamos una carta de primer año de Hogwarts por la directora Mc Gonagall. Así mismo le advertimos que usted terminará la escuela a los quince años, por lo tanto, aunque haya terminado, no podrá usar magia ya que no ha cumplido la mayoría de edad.
Atentamente
Mafalda H.
Me quedé con la boca abierta como diez minutos, hasta que a Lily y a Albus se les ocurrió venir a verme.
-¿Que decía la tuya Sam?-me preguntó Albus.
-Creo que entraré contigo Lily.-le dije tragando saliva y enseñándoles la carta.
En medio minuto, ya tenía a toda la familia Potter, la Weasley y la mía encima de la carta. Me escabullí hacia el prado de atrás. Me acosté sobre el pasto sin importarme la túnica carísima que vestía y rodé pradera abajo, unos siete u ocho kilómetros. Seguí rodando hasta que tropezé con una piedra. La quité del camino y me levanté. Ya ni siquiera veía mi casa y estaba muy pero que muy confundida. La mansión estaba en la cima de una montaña llena de pasto suave y al parecer la había atravesado toda hasta quedar abajo, en lo que parecía un bosquecillo de árboles muy pegados. Me interné en el bosque y sentí la necesidad de subirme a cualquier árbol. Era muy buena trepando y me encarme al más nudoso y de tronco más ancho. Al llegar a la cima, toqué madera con la cabeza. Reprimiendo un grito la empujé hacia arriba, pensando que tal vez fuera una trampa. Pero la madera se abrió hacia arriba e ingresé a una mini chocita. Al parecer, según los dibujos que Hermione Granger me había enseñado, era una casa del árbol. Era una estancia grande, toda de madera y podía estar parada sin pegarme en el techo de madera. Pero a diferencia de los dibujos, esta casa a parte de las paredes lijadas y barnizadas, no tenía nada. Moví el brazo y aparecío un ventanal bonito, de esos grandísimos que abajo tienen un tipo sillon para recargarse. Le puse unos colchones azules y del otro lado puse un sillón blanco y una mesita de cristal a lado, con un plato lleno de margaritas y arriba del sillón, colgado de la pared de madera, un cuadro de cocos. Me estaba divirtiendo amueblando algo que no era mio con sillones que de quien sabe donde estaban desapareciendo. En frente del sillon puse una chimenea con fotos de mi familia, los Potter y los Weasley sobre de ella. En el otro lado puse una repisa llena de libros de magia y unos puffs para sentarse. Le di un ultimo toque pintando las paredes de blanco.
Me la pasé leyendo hechizos y cosas por el estilo hasta que anocheció y me fui a casa. Cuando abrí la puerta de mi habitación, ahí estaban todos reunidos con cara de fastidio, como si me hubieran estado esperando desde hace horas. Luego me vieron y se sorprendieron. Papá agitó su varita y todo quedó oscuro. Y de repente, la luz se prendió, y varios globos volaron. Una gran manta decia "Felicidades Sam y Lily por entrar A Hogwarts" Al parecer Lily no estaba enojada. Disfruté de la fiesta tanto como pude. Las vacacciones se me pasaron volando. De repente Lily y yo ya teníamos varitas. Ella de fresno y corazón de dragón y yo de cerezo y pelo de unicornio combinado con una pluma de fénix, una combinación que Ollivanders inventó, pero que a nadie le sivió...hasta mí. A Lily le compraron una bonita lechuza, Smidt, de color castaño, mientras que a mí, un gatito pequeñisimo y blanco, le puse Midday. Parecía que habia pasado una eternidad, cuando me acosté en mi cama, un día antes del comienzo del curso...
